El Hagakure es un libro inspirado en el célebre código del
Bushido reflejando su esencia tradicional y señalando el camino del guerrero.
Según esta obra para el Samurái, era preferible la muerte a vivir una vida
indigna o impura. En momentos de crisis, si el samurái tuviera iguales
posibilidades tanto de morir como de vivir, elegiría morir. En este aspecto no
había cosa más honorable para un samurái que morir al servicio de su daimio (su
amo). En caso de ser deshonorado también elegía quitarse la vida, entendiendo
que moriría de una muerte fanática, pero que a cambio conservaría el honor.
Los Samuráis hacían sus limpiezas cada mañana, se afeitaban
la cabeza y perfumaban el moño. Luego se cortaban las uñas de las manos y de
los pies, las limaban con piedra pómez y luego las pulían con hierba “Kogane”.
Después el Samurái verificaba su sable largo y su sable corto para comprobar
que el óxido no los deterioraba; les quitaba el polvo y los limpiaba para
cuidar su brillo. Tomar tal cuidado de su apariencia puede parecer vanidad pero
esta costumbre no provenía de una inclinación por la elegancia o lo romántico.
Creían que uno podía ser llamado en cualquier momento a librar una dura
batalla; si se moría habiendo descuidado su pulcritud, se daría muestra de una
relajación general de las buenas costumbres, exponiéndose al desprecio de los
adversarios. Esta es la razón por la cual los viejos y jóvenes Samuráis han
aportado siempre un gran cuidado en su presentación. Si quería estar dispuesto
a morir, un Samurái debía considerarse ya muerto. Pero si se dedicaba a hacer
egoístamente lo que le placía, en caso de crisis se deshonraría. Si nada le
importara, excepto el hecho de no estar en peligro y de sentirse feliz, se
descuidaría de una manera completamente lamentable.
La vida del samurái estaba sujeta a diario de una búsqueda
incansable de perfeccionamiento en sus artes. Para ellos era mejor ser además
hábil en más de un arte y no solo especializarse en una técnica específica,
pues menciona el Hagakure que tal persona no sería realmente útil.
Yagyu, el maestro de la Vía del Sable, que enseñaba al
Shogun Tokugawa, decía: "Yo no sé cómo superar a los otros. Todo lo que sé
es cómo superarme a mí mismo". El se decía: "Hoy, yo soy mejor que
ayer, mañana todavía seré superior". Un verdadero Samurái consagraba todo
su tiempo al perfeccionamiento de sí mismo, como un proceso sin fin.
Aun con un sistema de honor muy riguroso el código de honor
contemplaba una forma adecuada de dirigirse al amigo en caso de tener una
crítica para el mismo, se lee que debía de primero uno tener afinidad con la
persona, compartir las mismas finalidades, luego elegir un momento adecuado,
como una ocasión festiva, e iniciar la plática incluso con ejemplo de errores
personales cometidos, teniendo la plena confianza del amigo, hablando solo lo
justo con tacto hasta incluso hacer desear al mismo el ser corregido. Daban
mucha importancia además a animarlo en caso de que esté atravesando por una
desgracia, y las frases que utilizaban para ello eran como las siguientes: “un
verdadero Samurái no debe ostentarse ni perder confianza. Debe ir siempre hacia
delante, sino no avanzará y será totalmente inútil”.
El samurái debía ser humilde, sereno, viril (para ellos
virilidad era estar siempre predispuesto a realizar esfuerzo para conseguir un
cargo importante, nunca rehuir a la responsabilidad, tener la sangre ardiente
para participar en una batalla o acompañar a quien le pida ser asistente para
su suicidio ritual), la lujuria era una señal de falta de varonilidad, debía
acoger todo tipo de consejo con gratitud aunque no le fuera de utilidad, se
exageraba diciendo que debía ser tan valiente que en combate continuase
peleando aún si ya hubiese perdido los brazos y hombros usando los dientes
antes de caer, debía evitar reflejar cualquier tipo de debilidad en sus
palabras, nunca quejándose.
Si se tuviese que resumir en pocas palabras la condición del
samurái se diría devoción en cuerpo y alma a su amo. Incluso si éste lo
maltratara o fuera irracional, el verdadero samurái estaba preparado para
quitarse la vida en caso de que su amo se lo pidiese o dijese que ya no era de
utilidad.
“Un Samurái sólo lo es verdaderamente en la medida que no
tiene otro deseo que morir rápidamente -y de volverse puro espíritu- ofreciendo
su vida a su amo, en la medida donde su preocupación constante es el bienestar
de su Daimyo, al que rinde cuentas continuamente, sin cesar, de la manera
mediante la cual resuelve los problemas para consolidar las estructuras del
dominio. De este modo, Daimyo y servidores deben estar determinados de la misma
manera. Es indispensable que nadie, ni siquiera los dioses y los Budas, puedan
haceros desviar de la meta fijada.” (El Hagakure)
Diego Rubén Rodríguez Paiva
(Shodan -
Shinto Ryu Iai Battojutsu)